Saturday, January 8, 2011

En Pos de la Estatura de Cristo por Francis Frangipane

En un muy profundo versículo el apóstol Pablo revela el plan supremo de Dios para la iglesia. El nos dice que estamos llamados  nada menos que “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efe 4:13). La gloriosa intención del Padre es exhibir  a través de nosotros todos los atributos y poder de Jesucristo. El se ha propuesto, que no solamente en la eternidad sino aquí en medio de nuestras batallas y tentaciones, vamos a crecer “en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (v. 15).

Hemos puesto ¡tales limitaciones a nuestro llamado en Dios! El propósito del Omnipotente para nosotros nos es que nos volvamos agradables simplemente, sino que nos volvamos como Cristo, literalmente participantes de Su naturaleza (1 Cor. 12:12; 2 Pedro 1:3; Heb. 3:14; Gal. 2:20) Hay una diferencia entre la sagrada doctrina y la doctrina hueca. Abandonemos rápidamente los límites de espiritualmente vacías tradiciones religiosas: ¡Dios nos ha invitado a participar de la plenitud de Cristo!  La profundidad de Su gracia nos ha hecho capaces de escalar las alturas de Su santidad. ¡A través del Espíritu Santo, la responsabilidad de ejercer la autoridad misma de Cristo nos ha sido delegada!

Habiendo recibido la expansión del amor de Cristo, estamos ahora llamados a revelarlo en su total poder redentor. Ciertamente, lo que vemos en Cristo Jesús es lo que Dios se ha propuesto revelar en nosotros. Es esta visión de alcanzar la semejanza a Cristo que firmemente nos centra sobre el sendero a la pureza doctrinal. Una vez que claramente nos asimos de la visión de la semejanza a Cristo, un increíble cambio ocurre: ya no somos  “niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina” (Efe. 4:14).

Notemos asimismo, Pablo no especifico si estos “vientos de doctrina” eran simplemente falsas enseñanzas. De hecho, un dogma no tiene por qué ser falso para ser engañoso; incluso una doctrina verdadera con  un énfasis demasiado exagerado nos puede desviar de la semejanza a Cristo.
Es aquí,  donde nos jactamos de nuestras doctrinas y dones espirituales donde muchos de nosotros estamos siendo engañados. Porque lo que nos impulsa a nuevas actividades religiosas no es siempre la guía del Señor. Si no vemos la conformidad a Cristo como central para nuestro futuro, lo que nos puede estar guiando es un viento de doctrina.

Hoy en día en la iglesia hay una serie de doctrinas que han crecido más que sus proporciones bíblicas y, así, tienden a oscurecer nuestra visión de la semejanza a Cristo. Enseñanzas sobre la prosperidad personal o el tiempo del rapto se han vuelto, para algunos, en desequilibrados preceptos, los cuales fácilmente nos distraen de la verdad suprema la cual está en Jesús.

Algunas Iglesias hacen demasiado énfasis en el “hablar en lenguas.” Yo creo firmemente que todos los dones son para hoy, pero los dones, también, pueden volverse en vientos de doctrinas para muchos. Nuevamente, no estamos hablando acerca de falsas enseñanzas, sino de verdaderos credos que se han vuelto en una caricatura del Evangelio. El correcto y equilibrado entendimiento doctrinal es fundamental para nuestro bienestar espiritual. Pero cuando nuestras energías son más absorbidas con una doctrina en particular que en alcanzar el carácter y poder de Cristo, probablemente estamos siendo engañados.

Pablo dijo también que  nuestra búsqueda de la semejanza a Cristo nos guardaría de ser “sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá”.  Una ola es un fenómeno espiritual que golpea a una iglesia o ciudad. Es una “marea alta” espiritual, donde podemos ser lavados y sanados. Una verdadera ola espiritual puede soltar un maravilloso gozo  y traer sanidad a áreas en nuestro interior que de otra manera quedarían  al margen de Dios. Y aun, si estamos persiguiendo olas, debemos considerar: la marea que entra con manifestaciones y bendiciones también sale. Cuando la ola se acaba, no significa que Dios nos ha abandonado o que Su propósito supremo ha cambiado.

Una inquietud genuina del Espíritu de Dios, a través de un fresco entendimiento espiritual o a través de manifestaciones espirituales únicas, es dada por Dios para  capacitarnos hacia la conformidad a Cristo. El hecho es, sea que estemos en un tiempo de preparación  o en la gloria de una visitación, sea que estemos cargando la cruz o volando en el poder de la resurrección, nuestra enfocada, apasionada meta debe todavía ser la semejanza a Cristo.

Si usted está confundido acerca de lo que está sucediendo en la iglesia en general, o incluso en su propia vida personal, recuerde: Dios no lo quiere sacudido por las olas o llevado por doctrinas. El asunto no es si estamos siguiendo una doctrina o cayendo bajo una ola. La verdadera pregunta es si nos levantaremos a la estatura que le pertenece a la plenitud de Cristo.

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