De acuerdo a las Escrituras Moisés había sido “enseñado en toda la sabiduría de los egipcios.” Ciertamente, como príncipe de Egipto había crecido en un hombre “poderoso en sus palabras y obras” (Hechos 7:22). Así, es difícil comparar a este elocuente y culto hombre con el pastor que, a los ochenta años de edad, se sentía tan abrumado por sus limitaciones que le pidió a Dios que escogiera a otra persona.
Considere: El Señor tomó a un confiado líder mundial y redujo la opinión de si mismo hasta que ya no tuvo confianza. Y en esta condición fue que Dios decidió usarlo. Sabiéndose totalmente inadecuado para el liderazgo, Moisés estaba ahora calificado para liderar.
Notablemente, el Señor se revelaría a si mismo a Moisés (y a todo Israel también) como Jehová-rafa, “Yo Soy Jehová tu Sanador”. Si, Dios es nuestro sanador, aun así hay veces cuando las manos de Dios hieren antes de sanar. Ciertamente, Él debe dejar inválida nuestra auto confianza antes de que podamos ser personas que verdaderamente confían en Dios. Él nos quebranta y nos vacía de orgullo para que nosotros, que solíamos estar llenos del yo, estemos en cambio llenos de Dios.
El Señor llamo a Moisés a regresar a Egipto como Su portavoz. Moisés suplicó, “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éxodo 4:10).
¿Nunca había sido elocuente? ¿Y qué del tiempo en Egipto? Moisés “el elocuente” se convirtió en Moisés “el tartamudo”. La identidad de un sofisticado líder, un príncipe que conocía los máximos lujos de la cultura egipcia, no funcionaba mas en Moisés. Dios había humillado a tal punto a Su siervo que ni siquiera podía recordar los días de palabras poderosas y grandes obras. Moisés tenia solo una memoria de Egipto: el fracaso.
Para Moisés, la sola mención de la palabra “Egipto” inundaba su mente con pensamientos de debilidad; Moisés temía volver al lugar de su humillación, especialmente como líder. Sin embargo, Dios no lo había llamado a ser líder, sino un siervo. Y, para ser un siervo, uno no necesita ser elocuente, sino obediente.
Fue idea de Dios
Moisés está seguro que su debilidad particular, la tartamudez, habrá de descalificarle. ¿Cómo podría un hombre imposibilitado de hablar claramente, hablar por Dios? Sin embargo, el Señor no es obstaculizado por la debilidad humana, El pregunta “¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?” (Éxodo 4:11). Sorprendentemente, el Señor no sólo se adapta a la condición de Moisés, ¡Él se atribuye el crédito por la misma!
Es un pensamiento profundo: Dios arrancó a Moisés de su lugar y adiestramiento mundano, lo afligió con una lengua pesada y lenta y luego le ordenó que le sirviera en esa precisa área de debilidad: ¡hablando!
¡El Señor podría haber sanado a Moisés instantáneamente! Podía haberle concedido destrezas de oratoria mayores a las que poseía en Egipto, pero no hizo nada para curar a Moisés. ¡De hecho, el habla lenta fue idea de Dios!
Tal vez hemos pasado mucho tiempo culpando al diablo por limitaciones que realmente tienen su origen en Dios. Y todavía, lo que realmente le interesa al Todopoderoso no es la elocuencia de nuestras palabras, sino Su poder para cumplirlas. Es una perfecta combinación: tartamudez respaldada por poder inmutable. “Yo… seré tu boca” (Éxodo 4:12). Esta es la alianza que hace para la victoria.
¿Por qué es que al Señor le atraen los humildes y pobres de espíritu? Él sabe que mientras más débil Su siervo, más genuinamente le dará la gloria a Dios por las obras que realice.
Así que el Señor mantuvo a Moisés débil y mantuvo el sentido de dependencia de Su siervo durante todo el desierto. Olvídese de la representación de Charlton Heston de un Moisés de perfecta articulación, no hay registro de que Dios haya sanado la tartamudez de Moisés.
De pie ante la opulencia de la corte de Faraón, el tartamudo Moisés hablo con la misma lengua tartamuda que comenzó a afligirlo en su adultez. Mas tarde, en el Mar Rojo, cuando los caballos y los carros del ejército de Faraón marcharon furiosamente tras los acorralados hebreos, Moisés levanto su voz y, proclamo,“¡Es-es-estad fir-fir-firmes y v-v-ed la sal-sal-salvación que Je-Je-Jehová hará!”
¿Quién no habría sido tentado a suplicar?: ¡Apresúrate, Señor—sana su tartamudez! Sin embargo, el Mar Rojo se abrió. A Dios nunca le preocupó la fallida destreza de oratoria de Su siervo.
Esta es la gloria de la cruz: el yo es crucificado de forma que Cristo pueda ser revelado en poder.
El hecho es, el Señor deliberadamente busca a aquellos que conocen sus fallas o limitaciones. Pablo testifica que, “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;… y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Co 1:27-29).
“Que nadie se jacte en su presencia.” Que la revelación de Dios nos libre de la vanidad humana. La verdad de Dios es esta: Nuestras debilidades son un activo. Dios nos ha elegido, no por nuestra fortaleza, sino porque somos débiles. No estoy hablando de nuestra naturaleza pecaminosa, sino que nuestras debilidades y escasez de pedigrí no nos descalifica de ser usados por Dios.
No estoy diciendo que no debemos buscar a Dios para que sane nuestras debilidades, ¡oremos y creámosle! Pero no nos excusemos del llamado de Dios debido a nuestras debilidades. Vea, delante del Omnipotente, cada uno de nosotros somos nada, y separados de El no podemos hacer nada de valor. Es en nuestro punto más bajo que la gloria de Dios sube a su máxima altura.
Tal vez su último lugar de servicio al Señor le pareció un fracaso completo. Sin embargo, es posible que el Señor sencillamente haya estado volviéndolo perfectamente débil, para que El se manifieste a Si mismo perfectamente poderoso en usted.
No comments:
Post a Comment
Please click Follow above to follow blog
Note: Only a member of this blog may post a comment.